EL MEDALLON
¡Limpieza de Primavera! Como todas las vacaciones de Semana Santa, Martina aprovecha los días libres para hacer limpieza general en su pequeña casita adosada en las afueras de la ciudad. Al ser maestra, y tener todos los años vacaciones en esas fechas, puede permitirse continuar con esta costumbre que heredó de su madre y que recuerda con cariño desde que su mente le alcanza.
Hoy está inmersa en el dormitorio principal. Arreglando un cajón, en el fondo del mismo, ha encontrado un medallón. En ese momento Eloy, su marido, entra en el cuarto y se queda observándola con una sonrisa paternal.
-¿Qué es lo que estás mirando tan atentamente?- le pregunta Eloy a su mujer entre curioso y divertido.
-Mira lo que he encontrado al fondo del cajón de la cómoda- responde Martina fascinada, como si hubiera encontrado un tesoro, mientras le muestra el pequeño objeto.
-¡Ah! Ya me acuerdo. Ese es el medallón que encontré, hará ya un año, cuando estaba paseando con el perro por el arcén de la entrada de la urbanización- contesta él perdiendo cierto interés.
El medallón era un curioso objeto que desprendía el encanto de una época pasada. No era muy grande, quizá tenía el tamaño de una moneda de dos euros y, en el centro de la placa circular dorada, relucía una piedrecita de color marrón. Sin duda, lo que más llamaba la atención de Martina eran dos inscripciones que rodeaban la piedra marrón: OCTUBRE-FIDELIDAD. En la cara posterior había una fecha grabada que, aunque no se podía leer con claridad, dejaba intuir el año 1950.
-¿Sabes qué he pensado? Voy a vender el medallón, yo no lo voy a usar. Lo pondré en venta por internet a ver si alguien lo quiere. Si lo vendo te invito a merendar en La Petit Brioche, ¿vale?- le contaba Martina a su marido mientras ella imaginaba lo que iban a pedir en su pastelería favorita.
Eloy, algo indiferente, afirmó con la cabeza saliendo de la habitación sin demostrar un gran interés.
Pasados dos días Martina recibió una oferta. Alguien estaba interesado en el medallón y le ofrecía 100 euros por él. Sin pensárselo dos veces accedió a la oferta y quedó en el centro comercial cercano a la urbanización para hacerla efectiva. Allí, se encontró con una señora que rondaba los sesenta años. La mujer parecía triste y nerviosa; enseguida quiso ver el medallón y nada más verlo sus ojos se llenaron de lágrimas.
-¿De dónde lo ha sacado?-preguntó la mujer en voz muy baja.
-Me lo regaló un familiar-respondío Martina sin dar muchos detalles.
-¿Está segura de ello?- insistió la mujer.
-¿Por qué me lo pregunta?- quiso saber Martina a la cual se le estaba despertando la intriga.
La mujer explicó que ese medallón había sido de su madre, se lo regaló su padre en 1950 en un aniversario de boda. Cuando nació su hija años más tarde en Octubre, la abuela le quiso dar el medallón. Hace año y medio, la hija que siempre llevaba el medallón puesto, estaba paseando en bicicleta por las afueras de la urbanización y cuando se disponía a incorporarse a la entrada, un coche la atropelló, dándose a la fuga. La chica falleció en el acto. A los padres les dieron sus efectos personales, pero el medallón no estaba entre ellos.
Martina se quedó paralizada al escuchar el relato de la mujer y cogiendo sus manos, puso el medallón en ellas. La mujer sacó el dinero, pero Martina no quiso cogerlo.
-Esto siempre les ha pertenecido y es justo que siga con usted. Lamento mucho la pérdida de su hija-dijo Martina a la mujer con un nudo en la garganta-Este medallón lo encontró mi marido, medio enterrado en la cuneta, era una época en la que pasábamos por una crisis, desde que vino a casa con él, todo se arregló. Espero que al volver a usted, pueda encontrar la paz y calma que a nosotros nos dio.
La mujer, llorando, abrazó a Martina.
-Sé que no lo podrá creer, pero ahora mismo, siento su presencia y me da mucha tranquilidad-añadió la mujer mirando a los ojos a Martina.
Las dos mujeres se despidieron, quedando ambas con una paz interior enorme.
Martina llegó a casa y comentó lo ocurrido con lágrimas en los ojos a su marido. Eloy la abrazó y dijo que estaba orgulloso de ella. También estaba seguro de que nunca más volverían a estar en crisis. Se fundieron en un beso que nueve meses después culminó con el nacimiento de su hija a la que pusieron de nombre Paz.