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EL HUEVO

Posted on Sep 18, 2016 by in Sin categoría | 0 comments

El Huevo

El curso termina y los niños ya no tienen que ir al colegio, pero los papás siguen trabajando, así que hay dos opciones: o pagar un sitio o una persona que los atienda o se van con los abuelos. Esta última es la solución que toman la mayoría de padres para que los niños y los abuelos disfruten juntos.

La familia que nos ocupa, así lo hizo; mandó a su hijo de ocho años a casa de sus abuelos maternos, una casa en el campo en Aldea Clara, lejos del cemento, del calor y de las incomodidades de la ciudad. Allí pasará el verano nuestro amigo Marc junto a los perros, las gallinas, las ocas y a otros niños que como él pasan esta época en el pueblo. Los papás van los fines de semana y el resto de los días disfrutan de la tranquilidad de la aldea, un sitio con un par de calles, una plaza, y un montón de casa esparcidas por el campo, cada una con su huerto y sus animales.

La semana comienza con un buen desayuno casero; un tazón de leche fresca, magdalenas caseras hechas por la abuela, junto con una pieza de fruta fresca. Al terminar hay que dedicar un ratito a los deberes antes de irse a jugar.  Cuando Marc acabó los deberes, la abuela le preguntó si quería un bocadillo de tortilla para almorzar; el muchacho encantado. La abuela lo mandó al corral a coger los huevos. En ese momento llegaron Pedro de nueve años y Jorge de diez que al igual que él pasaban allí el verano; juntos fueron al corral donde una docena de gallinas y un gallo abastecían día a día a la familia. Los muchachos recogían los huevos que estaban escondidos por todo el corral, llevaban en una cesta ya doce y se disponían a volver a la casa cuando Pedro llamó a sus amigos para enseñar el huevo que había encontrado; era del tamaño de los otros pero completamente diferente, lleno de líneas, una especie de ecuador en mitad del huevo con algo parecido a un ojo en el centro; por detrás todo un enramado de líneas que parecían los nervios o las venas de «ese huevo».

Los muchachos extrañados corrieron a la casa a contarlo, pero los abuelos no hicieron mucho caso. La abuela cogió la cesta con los otros huevos y se dispuso a hacer la tortilla a la vez que les decía en broma que tal vez fuera el huevo de un dinosaurio, que lo pusieran bajo una bombilla encendida durante varios días a ver si nacía.

A los muchachos les parecía tan raro el huevo que los tres pensaron que podía ser verdad que ese huevo fuera de algún tipo de bicho que no fuera una gallina. Así que ya tenían su primera misión del verano: cuidar y hacer todo lo posible para que naciera «el elemento»; de esta manera fue como lo llamaron a la espera de ver si era un dinosaurio o cualquier otro animal.

Mientras se comían el bocadillo en el patio trasero y con «el elemento» con ellos, pensaron como se encargarían de cuidar el huevo; decidieron dejarlo en la habitación de Marc en una caja de zapatos llena de algodón y con el flexo encendido encima. Tomarían notas y le harían fotos para ver la evolución.

Al día siguiente, cuando Pedro y Jorge llegaron a casa de Marc, lo primero que hicieron fue ir a ver el huevo. Llevaba veinticuatro horas bajo la luz y se había oscurecido algo, tenía un color un poco más rojizo que el día anterior. Los chicos cada vez estaban más convencidos de que era un huevo de dinosaurio, aunque Pedro tenia la sospecha de que fuera de caimán. Por la noche la abuela llamó a Marc para cenar pero antes , él y sus amigos fueron a echarle el último vistazo a su «elemento». Habían pasado toda la tarde pescando en la charca y no le habían hecho mucho caso. Cuando entraron en la habitación vieron que aparte de la luz del flexo, había una fluorescencia en el huevo como si quisiera emitir su propia luz, parecía que el centro del ojo tenía un puntito rojo.

Corrieron a contarlo a los abuelos, quienes dijeron que a veces dependiendo del calcio de la cáscara ocurren esas cosas. Despidieron a los amigos de Marc y cenaron tranquilamente bajo la higuera.

El miércoles llegó; Pedro y Jorge aparecieron antes de lo normal y Marc aún no había terminado los deberes. Le metieron prisa porque querían ver el huevo. Cuando entraron en la habitación se quedaron de piedra al ver el huevo con el ojo encendido; una especie de luz roja estaba en el centro del ojo, se diría que el huevo observaba la habitación. Marc dijo que eso no estaba así cuando el se levantó. Los tres decidieron sacarlo de la habitación y llevarlo a un trastero que había junto al corral, allí enchufaron el flexo y pusieron la caja con el huevo. De repente el huevo se iluminó más y comenzó a desintegrarse; en cuestión de unos pocos segundos había desaparecido; sólo un rastro de algo electrónico chamuscado quedó en la caja y un olor a quemado invadía el trastero.

Los tres chicos se miraron extrañados, Jorge cogió un palo e intentó ver que era lo que quedaba en la caja. Tenían la impresión de que era parte de un móvil o algún tipo de circuito impreso. Desenchufaron el flexo y guardaron la caja en el trastero, sin entender qué había pasado.

El jueves era fiesta y había puente por lo que los padres aparecieron en la aldea. La madre de Marc les preguntó riéndose si habían visto algún platillo volante porque dos días antes, en el telediario dijeron que se vio un objeto brillante no identificado surcando el cielo de esta zona.

Marc se quedó blanco, fue corriendo  a por la caja. Cuando regreso contó a sus padres todo lo ocurrido con «el elemento». Abrió la caja y mostró los restos, enseñó las fotos y los apuntes que tenía.

Los padres llevaron toda la información junto con la caja  a la policía, donde les dieron las gracias.

Nunca supieron nada más. Pero Marc y sus amigos están convencidos de que han sido vigilados por los extraterrestres. Pasaron el resto del verano buscando diariamente «huevos» por los campos de la aldea. Para ellos era seguro que no habían dejado caer sólo  uno.

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