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EL MISTERIO DE LA HABITACIÓN OCULTA

Posted on May 24, 2016 by in Sin categoría | 0 comments

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Lara y Ángel son una pareja que llevan tres años de novios, su relación es buenísima, lo que no quiere decir que no discutan alguna que otra vez, por lo que han decidido irse a vivir juntos y están buscando un piso en alquiler, no demasiado grande pero que les permita vivir con comodidad y a ser posible en el centro de Madrid.

Lara es maestra y Ángel es informático, ambos tienen su puesto de trabajo en la capital.

Esta mañana soleada de domingo han decidido ir a ver el museo Reina Sofía. A la salida iban comentando por las calles aledañas lo que les había parecido las obras allí expuestas, cuando de repente Lara interrumpió a Ángel y le señaló un edificio:

-¡Ángel, mira! ¡Mira! Se alquila un piso- dijo entusiasmada.

-Pero aquí tiene que ser carísimo, fíjate, la fachada está completamente renovada;  a pesar de ser un edificio antiguo se ve fabuloso- respondió Ángel desmotivado.

-¿Llamamos ahora mismo? ¡Por favor! Sólo para saber cuánto piden- insistió ella.

En ese mismo momento Ángel sacó su móvil y marcó el número que había en el anuncio. Respondió una voz de mujer, que por el tono parecía que fuera muy mayor. Sin colgar el teléfono, Ángel se dirigió a Lara:

-Dice la dueña que si queremos nos lo enseña, que vive muy cerca de aquí, que en lo que nos tomamos un café viene.

-¡Sí, sí, qué emoción ver nuestro primer piso!- dijo Lara encantada.

Lara y Ángel entraron en una cafetería que había justo en la acera de enfrente y allí esperaron cerca de veinte minutos a que llegara la dueña. Lara no dejaba de mirar por la ventana de la cafetería.

-Ángel, mira, una señora muy mayor se ha parado delante del portal, ¿vamos a ver si es ella?

Cruzaron la calle y se dirigieron a la señora:

-¿Es usted la persona que alquila el piso?- preguntó Ángel.

-Sí, soy yo. Si queréis lo vemos, ¿no os habré hecho esperar mucho?- contestó la señora en una voz muy dulce.

La señora debía tener alrededor de 86 años. Tenía un aspecto encantador, muy agradable. Subieron al primer piso, pero antes de entrar les avisó que el piso había estado cerrado muchos,  muchos años.

-Este piso tiene unos 120 años, perteneció a mis abuelos y cuando mi madre se casó se vino a vivir aquí con mi abuela que era viuda. Yo nací aquí. Cuando mi madre murió (la mataron junto a mi padre en la guerra), mi hermana la mayor y yo nos quedamos aquí con mi abuela, pero cuando mi hermana tenía 17 años dijo que se iba a estudiar al extranjero, o eso me contó mi abuela, y nunca volvimos a saber de ella. Yo tenía entonces 10 años y ya no recuerdo casi nada. Luego  mi abuela murió enseguida y yo me fui a vivir con unos tíos. Cuando me casé pasé un par de años aquí, pero por cuestiones de trabajo nos fuimos a vivir a Barcelona muchos años. Bueno que me estoy enrollando y no os enseño el piso- dijo la mujer sonriendo.

El piso era muy soleado a pesar de ser un primero. Estaba vacío salvo por un armario enorme de madera que había en el dormitorio principal, perteneciente a la abuela de la propietaria. Necesitaba una buena mano de pintura y adaptar la cocina y el baño a los tiempos modernos.

-La verdad es que está bien en cuanto a espacio, el salón es grande, los dos dormitorios son espaciosos, pero la cocina y el baño necesitan una buena reforma- dijo Ángel algo frustrado.

-Lo sé, lo sé. Si os interesa, los cuatro primeros meses no os cobro nada y lo arregláis vosotros a vuestro gusto. Os dejo que lo penséis y el martes me decís la respuesta. Hasta el martes lo reservo para vosotros-contestó la propietaria, mirando a la pareja con ojitos muy brillantes.

Lara y Ángel salieron de allí impresionados. Tenían cuatro meses para pintar, reformar y amueblar el piso sin pagar nada de alquiler. Rápidamente la cabeza de Lara empezó a imaginar:

-Yo creo que podemos pintar nosotros y luego podríamos pedirles a Mónica y Sergio que los fines de semana nos hagan la reforma. Para eso están los amigos, ¿no?

Sergio,  tenía una empresa dedicada a las reformas, Mónica trabajaba de diseñadora y decoradora de interiores para Sergio.

El martes llegó rápidamente y a última hora de la tarde quedaron con la propietaria para coger las llaves. Lara estaba especialmente entusiasmada. La señora les dijo que tenían luz verde para hacer lo que quisieran en el piso, pero que por favor no tiraran el armario porque era lo único que le quedaba de su abuela.

Ese mismo fin de semana quedaron con Mónica y Sergio y los cuatro se fueron a primera hora del sábado a estudiar todas las posibilidades del piso.

Se subieron refrescos y unos bocadillos y comenzaron a dar ideas. Mónica, cuaderno en mano, iba dibujando las habitaciones, tomando medidas exactas. Al llegar a la habitación de matrimonio se quedó prendada del armario; decía que tenía gran valor por lo antiguo que era y lo bien conservada que estaba la madera, sin que la carcoma se hubiera apoderado de él, además de la belleza del diseño;  lo único que no tenía sentido es que estuviera en esa pared; para ella el lugar perfecto era junto a la puerta. Decidieron que lo primero que había que hacer, ahora que estaban los cuatro, era moverlo al medio de la habitación para que cuando se pintase no estorbara.

La sorpresa fue al moverlo, no pesaba tanto como parecía; de hecho era bastante ligero. Lo dejaron en medio de la habitación y descubrieron que en la pared donde había estado se apreciaba una pequeña puerta camuflada con la pintura, media unos 50 cm de ancho y 1,40 de alto.

-¿Qué será eso?-dijo Lara extrañada.

-Mira que si nos encontramos la caja fuerte de la abuela llena de joyas- bromeó Ángel.

-Vamos a ver si la podemos abrir-sugirió Sergio intrigado.

-Igual es un antiguo retrete, era normal en este tipo de viviendas-intentó aclarar Mónica.

La puerta estaba cerrada con llave pero Sergio trajo la caja de herramientas y tras varios intentos fallidos consiguió abrirla. Al abrir la puerta, un olor intenso a humedad y a viejo invadió la habitación.

-¿Qué hay ?- dijeron las chicas.

-No se ve nada, está oscuro. Parece un pasillo-dijo Sergio tapándose la nariz.

-Yo he traído un par de linternas-resolvió rápido Ángel.

Los cuatro jóvenes entraron con dificultad en un pasillo de unos seis metros de largo y cincuenta centímetros de ancho. Al final había otra puerta, pero esta vez era de tamaño normal; se veía antigua, estaba cerrada pero no con llave. Las chicas estaban intrigadísimas y le pedían a Sergio que iba el primero que abriera la puerta. La abrió y apareció una habitación. El primer rayo de luz de la linterna de Sergio paró en una mesa y dos sillas. Cuando Ángel iluminó otra parte de la habitación con su linterna, vieron con asombro una cama en la que había los esqueletos de dos personas, uno más grande que el otro. Salieron corriendo de allí, blancos, desencajados.

-¿Qué era eso?-dijo Mónica temblando.

-¿Qué tenemos que hacer ahora?-preguntó Lara

-Creo que debemos mirar, si lo que nos ha parecido ver, es realmente lo que hemos visto o no; Sergio entremos los dos con las linternas, miramos nuevamente y decidimos-sugirió Ángel muy serio.

Los chicos entraron y ellas se quedaron sin decir ni media palabra esperando a que volvieran. Al salir Sergio dijo:

-No hay duda, son dos esqueletos y parece que llevan ahí muchísimo tiempo. Todo lo de esa habitación es muy antiguo. No hemos tocado nada… Creo que esa gente vivía ahí.

LLamaron a la policía y ésta llegó de inmediato. A ellos los mantuvieron en el salón y les hicieron muchas preguntas. La anciana propietaria llegó enseguida a requerimiento de la policía. Le preguntaron sobre la habitación oculta; ella dijo que no tenía ni idea de que existiera. Sí sabía que había una puerta detrás del armario y que su abuela, una vez que ella intentó abrirla, le dijo que era el cuarto oscuro para las niñas malas. Luego se puso el armario delante y ya no se acordó nunca más de eso.

Al cabo de un par de horas el forense  fue al salón e informó al inspector que a la espera de los resultados de los análisis, en el exámen previo uno de los cuerpos, el de mayor tamaño, parecía tratarse de una mujer de entre 18 y 25 años. El otro cuerpo correspondía con el de un niño de unos tres años. Ambos debían de llevar muertos alrededor de unos 70 años.

La propietaria al oír esto dio un grito y perdió el conocimiento. Allí mismo el forense la atendió y cuando se encontraba restablecida dijo entre sollozos:

-¡Mi hermana! ¡Mi hermana!

Han pasado ya cuatro meses y Lara y Ángel están en su piso completamente reformado. En la habitación oculta hicieron un vestidor. Acababan de llegar Mónica y Sergio para la inaguración con una cena entre amigos. El tema de conversación, evidentemente, era el misterio de la habitación oculta.

-Por lo que han podido averiguar, la hermana de la propietaria se quedó embarazada con 17 años, y con la mentalidad de la época y encima siendo la abuela la que estaba a cargo de ellas, ante la imposibilidad económica de mandar a la niña a otra ciudad, se le ocurrió decir que se iba a estudiar al extranjero y la dejó en esa habitación sin que nadie lo supiera. La abuela se encargó de atenderla en el parto y así la tuvo escondida, pero al morir la abuela nadie sabía que estaban allí. Los tíos se llevaron a la propietaria y el piso se cerró- contó Lara.

-¡Dios mío, qué muerte tan horrible! Murieron por inanición…- comentó Mónica apenada.

-No entiendo como no tuvieron curiosidad por ver el cuarto oscuro- dijo Ángel.

-Tampoco hubiera servido de mucho. Se habría descubierto antes, pero no se hubieran evitado las muertes de la madre y su hijo-replicó Sergio.

-Lara ¿no te hace sentir mal vivir aquí, sabiendo que en tu vestidor pasó lo que pasó?-preguntó Mónica.

-No. Creo  que era nuestro destino descubrir el misterio de la habitación oculta.

 

 

 

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