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NO SOMOS MENOPAÚSICAS, SOMOS LAS DAMAS DEL ABANICO

Posted on Abr 9, 2016 by in Sin categoría | 0 comments

abanico

¿A quién va dirigido este relato? Este relato va dirigido a ti, mujer que estás en el «climaterio» de tu vida. Da igual  que vivas en la aldea más pequeña de Galicia, en un pueblo olvidado de Extremadura, en Marbella o en Madrid. Si eres una dama del abanico esto es para ti.

Capítulo 1: ¿Qué es el climaterio?

Cuando nos dicen que estamos en el climaterio de nuestra vida, parece que estamos  a punto de cruzar una frontera y lo que nos espera en el otro lado es malo. Pues nada más lejos de la realidad. El climaterio se suele confundir con la menopausia y, aunque está relacionado, no es lo mismo. Menopausia es el hecho de la última regla y climaterio es el periodo de unos cinco años, o más, en los que a causa de la reducción de hormonas, sufrimos alteraciones en la menstruación (regla): la tenemos cada 21 días, o cada 35, pasan 2 ó 3 meses y no la tenemos, luego vuelve en plan generoso, etc. Esto en ocasiones acompañado de sofocos, cambios de humor, palpitaciones, etc. Pero ninguno de estos síntomas, aunque molestos, revisten peligro, ni nos impiden hacer una vida normal en todos los sentidos.

Capítulo 2: España es Menopaúsica

No son datos estadísticos, son datos de la calle, la media de la mujer española ronda los 50 años. La mujer española es menopaúsica… ¿ y qué?

Hay que terminar con los estereotipos de ya somos mayores, ya no tenemos deseo sexual, los huesos  se resienten, engordo, no podemos hacer nada, etc.

Nuestra generación tuvo  la suerte de poder emanciparse pronto, casarse joven y tener hijos muy pronto.

En mi caso, con 20 años me casé, a los 22 fui madre por primera vez, por tanto a mis 56 años, tengo a mis hijos ya emancipados, en sus casas. ¡Nos hemos quedado solos!

Capítulo 3: Comienza una segunda vida

Ahora que estamos en el principio de esta nueva etapa, donde no tenemos horarios de colegios, institutos, actividades extraescolares… Ahora es el momento oportuno para que las parejas comiencen de nuevo, hagan brotar el cariño, los sentimientos, como si se tratase de la primera vez y no nos olvidemos del sexo. Somos libres de jugar, practicar sexo y hacer lo que queramos sin cortapisas. Olvidémonos, quitémonos de la cabeza lo que nuestras abuelas y madres nos metieron: que si la sequedad, que si la falta de ganas. No hace mucho he llegado a oír: «….si mi marido se busca una jovencita, lo entenderé, porque yo no puedo, no tengo ganas, sólo pensar que se puede arrimar me pone mala».

Pero por favor, estamos en pleno siglo XXI, todo eso tiene solución y no nos olvidemos de una cosa: la actitud es muy importante.

Ahora es cuando más a gusto podemos estar y junto a nosotras, nuestro fiel compañero, el abanico.

Capítulo 4: Odiosas comparaciones

¿Por qué las mujeres somos tan malas entre nosotras? Esto lo pregunto por lo que últimamente me viene pasando, con vecinas, conocidas e incluso familiares de mi edad, que parecen que estén echando una carrera a ver quién aguanta más con la regla.

La semana pasada, estaba en la cola de la frutería y ¡como no! abanico en mano, estamos en Agosto y con sofocos; como iba diciendo, estaba abanicándome, mientras esperaba mi turno para pagar, cuando se pone detrás de mí la madre de una compañera de colegio de mi hija. Nada más verme me preguntó: «¿estás con los sofocos?». Evidentemente, contesté que sí, a lo que rápida y veloz se apresuró a decir: «pues yo todavía no he empezado». Para mis adentros yo pensaba, pues ya empezarás ya, de esto  no nos libramos ninguna.

Entre las mujeres de nuestra edad, el hecho de decir yo no tengo sofocos o todavía tengo la regla, significa «¡chínchate, que estoy más joven que tú!».

El otro día también, una mentirosa, no puede ser de otra manera, me dijo: «yo no empece hasta los 58 años» esto es, clínicamente, casi imposible.

Es curioso que en algo que sólo nos atañe a las mujeres, no sepamos apoyarnos las unas a las otras, estar unidas en un proceso natural e irreversible a la vez que imposible de anular.

Entramos en una batalla de comparaciones odiosas, en las que algunas se recrean dando todo lujo de detalles que, a mí particularmente, me parecen innecesarios. Por ejemplo, reunión de cincuentonas en una cafetería mientras esperaban que terminasen sus hijos más pequeños el entrenamiento de fútbol. Tema de conversación: la sequedad vaginal. A una de las participantes de unos 56 años le dio por contar en voz alta que ese problema ella no lo tenía porque practicaba el «foodbody». El resto se quedó diciendo, o al menos pensando, «¿eso que es lo que es?» y sin que ninguna llegara a hacer la pregunta en voz alta, nuestra querida amiga se lanzó a dar explicaciones, «usar el cuerpo desnudo como bandeja bien servida con lo que más le guste a tu pareja: yogur, nata, paté, incluso ostras». La cara del camarero era un poema, porque las explicaciones las acompañaba de gestos y señalizaciones de donde se colocaba cada cosa. Al salir de la cafetería, todas tenían en la cabeza la misma pregunta: «¿será verdad?, ¿esto lo hacen las parejas?».

Pues no lo sé, pero lo cierto es que a esta edad somos capaces de hacer lo que nos propongamos, ya sea en nuestra vida laboral, social,  familiar o de pareja, exactamente igual que antes, sólo que ahora lo hacemos con un abanico en la mano.

No estamos al final de nuestra vida, no. Tenemos alrededor de 20 años para terminar la madurez y entrar en la vejez. Veinte años para disfrutar plenamente de la madurez, sin las molestias de la regla, sin temor a quedar embarazadas.

Abanico en ristre ¡a vivir la vida!.

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