HISTORIA SIN FINAL
Un hombre de edad avanzada, bien vestido, de apariencia agradable, estaba sentado junto a mí en el autobús de vuelta a casa; sus guantes perfectamentes cruzados sobre sus rodillas esperaban el momento de volver a sus manos; en el asiento de delante un chaval joven hablaba en tono muy alto por su móvil, cada vez iba subiendo más el tono de su voz y era manifiesto que estaba enfadado, insultaba a su interlocutora con adjetivos como desgraciada, y seguían frases tales como «no tienes ni idea», «a qué mala hora te conocí», «ojalá me hubiera quedado en mi país», «te vas a enterar»…; el hombre mayor cada vez que escuchaba al muchacho decir una de esas frases, en voz muy baja, contestaba: «tu sí eres un desgraciado», «ojalá no hubieras venido», «te vas a enterar tú»…
El autobús paró y el muchacho, muy indignado, que seguía hablando por teléfono, se bajó en esa parada.
El señor cogió sus guantes, llamó por teléfono y dijo: «acaba de bajarse, ahí lo llevas, él piensa que va a una entrevista de trabajo» ; se colocó sus guantes y apretó el botón solicitando la siguiente parada.
Yo, tremendamente impactada, esperé que llegara la mía.