EL DESCONOCIDO
Cuando la pandemia empezó a remitir e intentamos volver a nuestra «normalidad», descubrí que muchas cosas habían cambiado, gente que ya no volvería a ver, negocios que desaparecieron; entre ellos, una sucursal de un banco muy conocido que estaba en la esquina de mi calle cerró para siempre; al poco tiempo un hombre de mediana edad se instaló en la puerta de dicho banco con la única compañía de un transistor. Los días fueron pasando y ese hombre seguía allí, la gente del barrio le ayudábamos con lo que podíamos, una manta, algo de ropa, comida, café (debe ser lo que más le gusta), siempre pide para un café, nunca se le ha visto con ninguna bebida alcohólica, tabaco, etc, intentando que su vida fuera lo mas llevadera posible.
En tantos meses ahí instalado, nunca dice nada, lo único que dijo una vez, es que había nacido en Madrid, cualquier otra cosa que se le pregunte se encoge de hombros y no contesta; lo más curioso es que he podido comprobar que tiene su rutina, todos los días cuando se despierta, camina a una plaza cercana, allí se sienta siempre en el mismo banco, uno que hay delante de una parada de autobús y se queda mucho tiempo mirando los autobuses que llegan y parten.
¿Por qué va siempre a mirar esa parada?
¿Espera ver a alguien conocido?
¿Quiere coger ese autobús pero no se atreve?
¿Cómo ha terminado pasando las horas en la puerta de un banco cerrado?
¿Por qué no va a algún sitio donde le puedan ayudar los servicios sociales?
Preguntas que quedarán sin responder porque parece que quiere seguir siendo «el desconocido».