DE AMOR, DE DESAMOR, SE MUERE.
Esa mañana de primavera, se levantó, se miró en el espejo y no se reconoció; se vio arrugada, más delgada, con las sienes ya nevadas.
¿Dónde estaba esa mujer luchadora, dinámica, fuerte… que había sido?
Los años habían pasado, pero no fueron los años los que la vencieron, fueron los sentimientos.
Desde jovencita enamorada, creía haber encontrado su príncipe azul, pero llegó a la conclusión de que no existen. Año tras año, se empeñó en intentarlo, en seguir pensando que su príncipe la quería, la respetaba, luchaba por ella, y un día tras muchos años, toca tierra; vio la realidad, comprendió que todo lo que imaginaba en su cabeza, no era cierto, sólo era lo que ella había querido creer.
Todo era pura rutina, sin ilusión, sin pasión y poco a poco se iba consumiendo. Tanta pena interior, sin poder expresar su verdadero dolor, la llevaba a perder fuerzas físicas y mentales, a no tener apetito, a no divertirse con nada, a seguir viviendo por pura inercia.
Pero esa mañana dijo: «basta», no iba a permitirlo, si no la querían como ella esperaba ya le daba igual, iba a hacer todo lo posible para remontar, para seguir su vida serenamente; expulsaría todo el dolor fuera y comenzaría de cero.
Llegó tarde, la vida se le había pasado. Al entrar al baño sufrió un infarto y allí yacía víctima del desamor.
Su príncipe azul nunca se enteró del sufrimiento que ella padeció. Durante el primer año le llevó a su tumba unas orquídeas, el día de su cumpleaños y el del aniversario de bodas; luego todo se normalizó, él siguió con su vida; ella nunca aprovechó la suya.