EL OLOR
Hacía muchos meses que un olor nauseabundo invadía el número ocho de una calle cualquiera en una ciudad dormitorio al sur de Madrid. Los vecinos estaban muy molestos, tenían sospechas de dónde procedían los olores y, cansados de aguantarlos, llamaron al ayuntamiento para que el departamento de sanidad tomara cartas en el asunto; habían rumores de todo tipo: que si una vecina padecía Diógenes, que si hacía abono natural para las plantas, que si almacenaba pañales usados por ella misma…., todo tipo de especulaciones se comentaban en los corrillos de los rellanos.
Un día se presentó en el edificio una pareja de funcionarios del departamento de sanidad del ayuntamiento, valoraron piso a piso la intensidad del olor con una maquinita parecida a un datáfono que llevaban; llegaron a la conclusión de que venía del cuarto piso de la puerta quince; llamaron insistentemente pero nadie abrió, se tuvieron que marchar sin hacer nada.
Al día siguiente volvieron más temprano, la señora García abrió la puerta, y una bocada de aire fétido provocó la tos y el retroceso de los empleados que estaban al borde del vómito. Cuando le explicaron el motivo de la visita, la señora García se negó a que nadie entrara en su casa y muy molesta les cerró la puerta. Al cabo de quince minutos se presentó la policía, acudieron a la llamada de los empleados. La mujer con la policía no tuvo valor de cerrar la puerta, se sentó en el sofá de su casa y dejó que hicieran su trabajo. En el cubo de basura que estaba preparando para bajar al contenedor, se encontraron paquetes pequeños de papel de plata de donde emanaba un olor insoportable, los abrieron, dentro encontraron trocitos de antebrazo de varón descongelándose. Rápidamente se dirigieron al frigorífico de dos puertas, abrieron la del congelador, los tres cajones del mismo guardaban cantidad de paquetitos del tamaño de los anteriores.
La mujer había dicho a los vecinos que se había divorciado de su marido y que éste se había ido a vivir con su madre. Lo cierto es que en una de las muchas peleas que tuvieron él, a causa de un empujón de ella, cayó golpeándose la nuca con el borde de la mesita de piedra que tenían junto al sofá, presa del pánico sin saber que hacer, lo tuvo varios días en la cama, luego cuando empezó a descomponerse lo envolvió en papel de plata y lo metió en la bañera con cubitos de hielo, los días pasaban y no se le ocurría qué hacer ni cómo deshacerse de él. Un día se levantó de la siesta y como una posesa comenzó a cortarlo en trocitos pequeños, llenando el congelador con los mismos. Todos los días metía un par de paquetes en la basura para llevarlos al contenedor.
Lo peor y no se sabe porqué es que encontraron la cabeza , la cual conservaba entera, en un bidón de Aqua Service con alcohol en la mesita de noche.