Navigation Menu+

EL PASADO SIEMPRE VUELVE

Posted on May 31, 2017 by in Sin categoría | 0 comments

El pasado vuelve

Los sismólogos habían predicho un terremoto, el epicentro en el Mediterráneo y posibles catástrofes en la costa del levante española por lo que habían desalojado la localidad de Peñíscola. Un gran despliegue policial y una magnífica actuación de protección civil hicieron que nadie saliera herido. El movimiento, afortunadamente,  no fue tan grande como se esperaba; los daños fueron mínimos.

Una vez de vuelta a la normalidad, en la comisaría central de Castellón, reciben aviso de un posible muerto en el terremoto. Los inspectores Martínez y González se desplazaron al encantador pueblo de Peñíscola; al llegar se encontraron una típica casita de pescadores en primera linea de playa bastante deteriorada. González preguntó a los bomberos, que apuntalaban la fachada, si era seguro entrar, a lo que estos respondieron que no había ningún riesgo siempre que no tocaran nada.

En lo que parecía el salón se encontraba el forense con un artilugio raro en las manos.

-¿Como va todo por aquí, carnicero?- preguntó irónicamente Martínez al forense.

-Buenos días a ti también, sabueso-replicó el forense.

-¿Qué tenemos?- preguntó muy seriamente González, mirando al suelo, donde una enorme grieta había dejado aflorar un cadáver incrustado en el cemento.

-Es una mujer blanca, de unos 25 años, pero no está aquí por el terremoto. Éste la ha sacado a flote, pero lleva muerta unos 30 años- dijo el forense orgulloso de dar tantos datos sin haberla tocado.

-¿Y todo eso lo has averiguado con tu nueva maquinita?- le preguntó Martínez asombrado.

-Es un escáner en pruebas, pero funciona de maravilla. Sabré más cosas cuando haga la autopsia. El problema será sacarla del cemento sin que se nos caiga la casa encima- respondió el forense.

Martínez y González estuvieron averiguando la mejor manera de sacar el cuerpo y todo lo que hubiera en su entorno, sin que al hacerlo se derrumbara la casa. Con un magnífico trabajo de los técnicos, junto con los bomberos, en 24 horas el cuerpo estaba en el anatómico forense.

Los inspectores se pasaron a ver a su amigo el forense para saber si era una muerte natural o se trataba de un asesinato. Los resultados de las pruebas no dejaban ninguna duda, se trataba de una muerte violenta, un gran impacto en la base del cráneo había sido la causa de la muerte. Ahora correspondía a los inspectores averiguar si fue un accidente o provocado. Pusieron a su equipo a investigar los casos sin resolver de las personas desaparecidas hacía 25 ó 30 años. Al final quedaron cuatro casos, un hombre que en la época tenía 80 años, un niño de 10 años, una mujer de 60 y otra de 25 años en el momento de la desaparición. Evidentemente se centraron en ésta.

– Nombre Rosaura, estado civil casada, un hijo de un año. Desaparecida el día del cumpleaños de su hijo- leía uno de los policías que colaboraban en el caso.

– Su marido Joaquín puso la denuncia  a las veinticuatro horas. Fue un caso muy mediático, acudieron a un programa televisivo muy famoso en la época donde se buscaban personas desaparecidas. Según el informe de la investigación  que se hizo hace 30 años, la mujer salió a comprar unas cosas que hacían falta para la celebración del cumpleaños de su hijo, se pasó por la casa donde su marido trabajaba en la reforma del que sería su nuevo hogar, discutieron  sobre el color de unas cortinas y se fue a la pastelería donde nunca llegó. Una anciana llamó al programa diciendo que había visto a unos hombres meter en un coche blanco a una mujer a la fuerza; pero la anciana murió enseguida y todas las pistas que se siguieron no llevaron a nada- concluyó el policía.

– Está bien – dijo Martínez – La mujer aparece enterrada en cemento en la casa que estaban arreglando; casualmente el día que desaparece estaba su marido trabajando; y fue el último que la vio con vida; este caso va a ser fácil. Busquemos al marido y hagámosle unas cuantas preguntas.

El marido trabajaba en Valencia, había rehecho su vida, tenía nueva mujer y una hija de 15 años. Los inspectores se trasladaron a Valencia, fueron al domicilio de Joaquín para, en principio, notificarle que habían encontrado a su primera mujer. La noticia impactó al hombre que se quedó pálido, preguntó cómo y dónde la habían encontrado; al notificarle que el terremoto la había hecho aparecer en su antigua casa, Joaquín muy nervioso dijo:

– ¿Ha estado siempre allí? No puede ser, yo estaba trabajando en la casa ese día, ella se fue a la pastelería  y no volvimos a verla , ¿cómo volvió a la casa?, ¿quién la enterró?.

– Eso tal vez nos lo tenga que contestar usted- dijo González mirando muy seriamente a Joaquín- ¿Cuando puso el cemento en el suelo?

– Ese mismo día; fue lo último que hice antes de ir a casa de mis suegros donde se iba a celebrar el cumpleaños de mi hijo. Dios mio, ¿están pensando que fui yo? Yo  adoraba a mi mujer,  llevábamos casados dos años y estábamos muy felices con nuestro hijo.

– ¿Quién tenía acceso a la vivienda?- preguntó Martínez.

– Mucha gente: mis suegros, mi cuñado, el persianero… Ese día discutimos por el color de las persianas, ella las quería ocres y yo le había dicho al persianero blancas.

– ¿Persianas? ¿No eran unas cortinas?- insistió González.

– No, no. Mientras yo trabajaba igualando el suelo del salón, vino el persianero, tomó medidas y le encargué las persianas en blanco. Al rato de irse, llegó Rosa, se lo comenté, se enfadó porque tenían que ser ocres. Me dijo que ya hablaría ella con él, tenía que ir a la pastelería a por la tarta, dio un portazo y se fue.

– ¿Y no es más lógico que accidentalmente, al discutir, la empujara, se golpeara la cabeza con cualquier cosa, usted no supiera qué hacer y la enterró en el cemento?- preguntó Martínez en un tono  de voz alto.

– ¿Pero qué está diciendo? Dios mío ¡qué locura es ésta! Yo me fui de allí media hora después que ella. Fui a casa de mis suegros, me duché y nos quedamos todos esperando a que viniera. Se lo juro por la salud de mis hijos.

Martínez y González regresaron a la comisaría. El viaje de vuelta lo hicieron hablando del caso, no podían imaginar a ese hombre haciendo eso, los dos pensaban que decía la verdad pero, si no fue él , ¿quién había sido?

A la mañana siguiente cuando llegaron  a comisaría, los resultados de todo tipo de análisis estaban encima de la mesa de Martínez. Cerca del cuerpo, estaba el bolso de la mujer, dentro no había más que las cosas típicas y el monedero con todo el dinero, lo que confirmaba que no llegó a la pastelería y no pagó nada allí. También  se encontró unas muestras de persianas cerca de una de las manos de la victima, una horquilla de pelo incrustada en la herida del cráneo. La ropa era la misma que habían descrito los familiares, también especificaron que llevaba recogida su melena rubia en un moño bajo. Tras leer estos informes, Martínez le dijo a González de hacer una visita, pues tenía una sospecha.

– ¿No vas a decirme de que se trata?- preguntó González algo intrigado.

– Ya lo verás cuando lleguemos.

Tras media hora en coche, llegaron a una residencia de la tercera edad. Martínez preguntó por el señor Castilla, un celador los condujo a una salita donde minutos después llegó en silla de ruedas un hombre de unos 80 años muy enfermo.

– Señor Castilla, somos los inspectores González y Martínez. Nos gustaría hacerle unas preguntas sobre lo que ocurrió hace unos 30 años en la casa de pescadores que estaban rehabilitando.

El hombre, al escuchar esto, se puso muy nervioso; las manos le temblaban muchísimo y sólo dijo que no sabía de qué hablaban. Le contaron lo ocurrido con el terremoto y el cuerpo. El hombre se puso a llorar y dijo que él no quería, que fue un accidente.

– Dios quiere que se sepa la verdad antes de que deje este mundo- dijo el anciano, y acto seguido relató todo lo ocurrido aquel día:

Rosaura fue a su establecimiento, estaba muy alterada, fueron juntos a la casa, el suelo estaba recién puesto, tuvieron que andar por encima de unas maderas para no marcarlo, él dijo que estaban mejor las persianas en blanco como decía su marido. Ella le insultó diciendo que no tenía ningún sentido de la estética, que ella pagaba y ella elegía el color, y dando un giro brusco para irse, se golpeó con un mazo que habían dejado colgado en un gancho en la pared. Del golpe se desmayó, se quedó en el suelo boca abajo; al intentar cogerla, el persianero volvió a tocar el mazo sin querer, y esta vez se desprendió de la pared y cayó en la cabeza de ella. El hombre se asustó mucho, salía mucha sangre y decidío hundirla en el cemento fresco.

Nada más narrar lo ocurrido, el anciano comenzó a llorar, a pedir perdón y murió repentinamente.

Joaquín, al enterarse de todo, dijo que si en lugar de dejar la obra cuando ella desapareció, si hubiera continuado o vendido la casa, tal vez hubiera aparecido antes.

González y Martínez le pidieron disculpas por haber sospechado de él y, orgullosos de cerrar un caso abierto durante treinta años, volvieron a por otro caso.

 

Submit a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *