Navigation Menu+

NUNCA ES TARDE

Posted on May 24, 2016 by in Sin categoría | 0 comments

20160525_075421

Juan es un hombre que, a sus casi 60 años, está amargado y sin ningunas ganas de vivir. No tiene pareja, no tiene amigos, vive él solo desde que fallecieron sus padres, primero su madre hace veinte años y hace escasamente un año su padre.

Su vocación y su profesión siempre ha sido y es ser maestro, pero la ilusión con la que empezó hace 40  años se ha ido quedando por el camino. Está deseando poderse prejubilar porque dice que ya no tiene edad para aguantar a tanto crío.

A pesar de tener dos hermanos (una hermana viuda con una hija de las que siempre que ha podido se ha preocupado y ayudado, tanto económicamente como de todas las maneras, y un hermano casado que vive a más de 400 km de él) Juan siempre ha sido el primero en hacerse cargo de las enfermedades de sus progenitores.

Cuando se ha querido dar cuenta, la vida se le ha pasado, convirtiéndose en un amargado con ganas de terminar.

Las veces que su hermano le insinúa que tiene que hacer algo, que no puede dejar pasar los fines de semana encerrado en casa, él siempre contesta lo mismo: «yo ya no estoy para esto». En una ocasión, influenciado por su hermano, se apuntó a un gimnasio, lo pagó por adelantado para tener la obligación de ir y no se asomó ni por la puerta. Nada le gusta, nada le divierte. Sólo pasa horas y horas delante del ordenador, siguiendo y participando en las ligas virtuales de baloncesto.

El verano se le hace especialmente largo sin ir a trabajar, sólo con la compañía de un par de horas al día de la señora de la limpieza que tiene contratada en casa. Nunca va a la playa, ni a pasar unos días en casa de su hermano. Pasa los días tumbado, pensando en lo desgraciado que es.

Llega septiembre y comienza de nuevo el curso escolar, sin ninguna energía renovada, se dirige a su colegio en un pueblo cercano a su ciudad para comenzar lo que antes era su motivo, su ilusión de vivir y que ahora no es más que una forma de tener un sueldo.

Tenía reunión con el director y el resto de los profesores, todos comentaban dónde habían pasado las vacaciones y lo que habían hecho durante el verano. Él  nuevamente no tenía nada que decir. Al poco rato de empezar la reunión, se abrió la puerta y entró una mujer de unos 55 años, delgada, no muy alta, morena, pidió disculpas por llegar tarde pero se había perdido con el coche. Se presentó: » Hola soy Vanesa, vuestra nueva compañera». El director le dijo que tomara asiento, había una silla vacía junto a Juan, fue donde se sentó. Al término de la reunión, tuvieron unos minutos de descanso que la mayoría aprovechó para ir a tomar café.

-Perdona, no tengo ni idea de dónde tengo que ir- le dijo tímidamente Vanesa a Juan.

-¿Quieres tomar un café? Te invito- respondió él.

Los dos se fueron detrás del resto de compañeros;  mientras tomaban el café, Vanesa le contó de dónde venía, que ese era su nuevo destino y que estaba ilusionada por comenzar una nueva vida allí.

Al terminar la jornada laboral, Juan se dirigió a coger el metro, cuando al cruzar la calle un coche le pitó.  Era Vanesa; le preguntó que dónde iba y que si quería le llevaba ella ya que había alquilado un piso casualmente muy cerca de donde vivía Juan.

Los meses fueron pasando y llegó la Navidad; los hermanos junto con sus familias fueron a casa de Juan a pasar el día 25 de Diciembre. Tanto a la hermana, como al hermano les llamó la atención ver a Juan sin el típico gesto de ceño fruncido que tenía siempre. Se le veía más tranquilo, más relajado, casi se podía decir algo feliz. Cuando le preguntaron qué le pasaba él no quiso hablar.

Sonó su teléfono móvil, lo cogió enseguida y se fue a su habitación para hablar. De vuelta al salón venía sonriendo. EL hermano le preguntó qué pasaba.

-Tengo que contaros algo -dijo Juan en tono muy solemne- este curso ha entrado una nueva compañera al colegio, hemos estado hablando en los recreos, me ha traído a casa en coche todos los días y un par de fines de semana fuimos al cine y a cenar, esta tarde vendrá a tomar café aquí.

Los hermanos se quedaron sorprendidos, la cuñada quería enterarse de muchas cosas y no paraba de hacerle preguntas, a lo que Juan contestó:

-Pensaba que a mi edad ya no valía la pena luchar por nada, que lo único que tenía que hacer era dejar pasar la vida, pero con Vanesa he visto que a pesar de la edad nunca es tarde para comenzar una nueva vida, con ternura, con cariño, con amor; una vida que hasta ahora no había tenido. Me encuentro mejor que nunca, quiero vivir todas las experiencias que la vida me vaya poniendo en el camino porque ahora es cuando he comprendido que nunca es tarde.

Submit a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *