RICOTE Y EL TESORO
Eleanor y Ernesto, llevaban más de un año viviendo juntos en casa de ella. Ricote les unió tanto como una alianza ante un altar. Lo cierto era que en todo el tiempo que llevaban juntos ninguno de los dos había hablado mucho de su pasado. Para ellos su vida comenzó el día que Ricote les unió.
Aquella mañana, de un soleado sábado de Junio, decidieron ir a hacer un picnic junto al río Segura. En una zona que conocía Eleanor, donde las palmeras y los naranjos se mezclan llegando casi a la cuenca del río, pero que de vez en cuando surge un llanito donde «acampar» y estar al refugio del sol.
Nada más llegar extendieron la mantita y prepararon un aperitivo con vino de la zona y queso. Ricote prefirió corretear por el campo, persiguiendo mariposas, gorriones y cualquier cosa que se moviera.
Eleanor y Ernesto, estaba tumbados en la manta, haciendo planes para las vacaciones de verano, cuando de pronto Ricote dejo caer algo entre ellos. Sobresaltados, se incorporaron y vieron con sorpresa el «regalito» que el perro les había traído: una pistola llena de tierra. La pareja se miró, luego miraron al perro, que esperaba una caricia o algo como recompensa; tenía las patas llenas de tierra y el hocico, junto con parte de la cara, con barro.
Eleanor fue a coger la pistola, pero Ernesto la detuvo, no quería que tocara con sus manos nada, él cogió una bolsa de plástico, donde había estado anteriormente el queso y dándole la vuelta , sin tocar nada con su mano, metió la pistola en la bolsa. Eleanor estaba extrañada; Ricote seguía esperando su recompensa.
-¡Ricote!- dijo Ernesto con voz muy seria- Llévanos donde estaba esto- le pidió al animal mientras le mostraba la bolsa.
De pronto, Ricote comenzó a correr y detrás de él la pareja. Cerca del río había unas grandes piedras y junto a ellas se notaba que Ricote había estado escarbando. Eleanor quiso ver si había algo más , pero Ernesto le dijo que, antes de su accidente, él había sido inspector de policía y que sabía como actuar en estos casos.
Llamó por teléfono y esperaron hasta que un coche de policía se presentó cerca del lugar. Un par de policías y un señor con traje caminaron hasta donde ellos se encontraban. Saludaron efusivamente a Ernesto, dejando claro que se conocían. Éste les contó lo que había sucedido. Uno de los policías comenzó a fotografiar la zona y a continuación movieron los grandes bloques de piedras que hacían tan característico aquel paisaje.
Al poco rato hicieron un gran hallazgo: había una bolsa de deporte enterrada, dos pares de guantes, dos pasamontañas y otro revolver como el que había sacado Ricote. Anotaron el hallazgo en unos pequeños cuadernos de espiral. Luego abrieron la bolsa. Dentro de la misma había pulseras, relojes, pendientes, anillos, etc. de oro, junto con una cantidad considerable de euros en billetes pequeños.
-¡No me lo puedo creer!- exclamó Ernesto- ¡Es el botín de la joyería que fue atracada hará un par de años!.
Por la noche , ya en casa , sentados en el balancín del porche, Ernesto contó a Eleanor que los atracadores fueron detenidos después de que hubieran enterrado el botín, por un atraco a una gasolinera con violencia y estaban los dos en la cárcel.
Gracias a Ricote el caso se había podido solucionar y archivar. Ahora, ajeno a lo que había hecho, descansaba a los pies de sus amos, mientras estos se fundían en un apasionado beso.